Mi vida sin mí

El argumento es de una simplicidad brutal: Ann, una limpiadora de los suburbios de Vancouver, se desmaya una mañana y poco después el médico le comunica que tiene un cáncer terminal y que le quedan un par de meses de vida. Ella decide no contárselo a nadie, sólo el médico lo sabe, y escribe una lista con todo aquello que hará antes de morir: decirle a sus hijas que las quiere, decirle a su marido que le quiere, decir lo que piensa, enamorar a un hombre, tener sexo con otros hombres, buscarle una nueva esposa y madre a su familia, ver a su padre (en prisión desde hace 10 años), ponerse uñas postizas, ... La película nos muestra cómo irá cumpliendo sus planes y cómo se enfrentará con una sonrisa a su inminente muerte.
Creo que el principal factor para que esta historia haya calado en mí es la actuación de Sarah Polley, a la que descubrí hace casi 10 años en la serie "Camino de Avonlea" que emitía Telecinco por las mañanas, y a la que desde entonces he seguido en otras películas, como Exótica y algunas más. Si ya en aquella época me impresionó la fuerza que le daba a Sara Stanley, la niña pija que acababa en Avonlea, un pueblo perdido en medio de la Canadá de principios del Siglo XX (un poco "Lobezno: Origin" en el ambiente), aún más impresiona la sinceridad con la que interpreta a Ann en Mi vida sin mí, donde tiene todo el peso del guión. Es un personaje complicado: una chica pobre, que vive en una caravana en el jardín de su madre con su marido, y primer novio, y con sus dos hijas, que trabaja como limpiadora en la Universidad (la única manera en la que pudo entrar a dicha Institución) y con un padre en la cárcel. Rodeada de gente corriente en un mundo en el que los recursos económicos escasean y en el que darse caprichos no está a la orden del día, Ann decide aprovechar sus últimos días para ser feliz, para hacer todo aquello que siempre pensó que nunca haría y, a la vez, para cambiar la vida a su familia, pero siempre sin que ellos lo sepan.
A cada paso, Ann se va acercando a la muerte, pero cada día se siente más y más viva, con más ganas de seguir adelante y conseguir que, tras su muerte, todo lo que ha deseado que ocurra sea su "vida sin ella": quiere que su madre sea feliz, que su marido encuentre una esposa (su nueva vecina Ann, Leonor Watling), enamorar a Lee, un chico que está pasando por una temible etapa de soledad, y cambiarle la vida, reconciliarse con su padre (Alfred Molina que aparece 4 minutos y es todo un papelón), y despedirse de sus hijas. Un elenco de secundarios magnífico, por cierto. Me ha gustado volver a ver a Scott Speedman, a quien había perdido de vista después de que Telecinco quitara Felicity...
Recomiendo verla, yo capté un mensaje muy positivo: no esperes a que todo vaya mal para que quieras cambiarlo, no será tarde, pero no lo disfrutarás como quisieras.
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