Excalibur: La Forja de La Espada
Guión: Chris Claremont
Dibujo: Aaron Lopresti
Fecha de publicación USA: Julio-Octubre 2004
Edición Española: tomo, diciembre 2005. 7,50€
A Claremont le dieron pasaporte de las series principales mutantes porque, tras su regreso, los argumentos tenían poco sentido (los Neo, cazarrecompensas, etc), le dieron una serie independiente, X-Treme X-Men, en la que podía hacer lo que le diera la gana, pero también se la cerraron porque era el momento de regresar a la serie que le lanzó a la fama, Uncanny X-Men y volver a brillar (o no, que cualquiera que se haya pasado por un foro sobre los mutantes sabe que Claremont es criticado y adorado a partes iguales). Sin embargo, no todo acabó ahí, puesto que le dieron una serie más en la que podía hacer lo que le diera la gana otra vez. Los primeros cuatro números están recogidos en el tomo que voy a comentar ahora y son reflejo del estilo más puramente Claremont, para bien y para mal.
El patriarca mutante siempre le ha tenido un poco de manía a Xavier, al que no tardó en quitarse de encima durante su primerísima etapa en Uncanny X-Men y al que, una vez que lo trajo de vuelta, se lo hizo pasar realmente mal, hasta el punto de hacerle creer que sus estudiantes estaban muertos. Sin embargo, siempre ha simpatizado mucho con Magneto, al que reformó durante un interesantísimo período de tiempo en el que llegó no sólo a dirigir la Escuela Xavier, sino a ser un miembro muy estimado de la Patrulla X y mentor de Los Nuevos Mutantes. Pues bien, estas dos características vuelven a aparecer en Excalibur volumen 2 USA, serie en la que Claremont se lleva a Xavier a Genosha, con la intención de reconstruirla e instaurar un orden, y trae de entre los muertos a Magneto en el peor recurso argumental de la historia: el Magneto que murió NO era yo... era un... ¿clon? No, ni Claremont caería tan bajo (supongo), no era un clon, ¡¡¡¡¡ era un impostor!!!!! Vale que no te gustara que, tras tu espantada de los títulos mutantes en 1992, Magneto volviera a ser un supervillano, pero el que resucites al personaje sólo porque hay que deshacer la etapa de Grant Morrison (interesantísima a la par que única), pues es una idea pésima, señor Claremont.
De todas formas, y quitando la resurrecc... la reaparición del verdadero Magneto (a ver si lo he entendido: el impostor de Magneto era el hermano gemelo del Xorn que se encontraron Kaos y compañía en China; además, el impostor de Magneto se hizo pasar por Xorn en lugar de Xorn... ARGH!), la historia del tomo es bastante claremontiana, con todo lo que ello conlleva: que a algunos, como a mí, nos guste el tono y la forma de desarrollarse y a otros les dé dolor de cabeza. Una vez más, Claremont usa el tan manido tópico de la superación personal y la búsqueda de la senda del bien para hacer un retrato del nuevo Profesor X, un hombre desengañado, cansado de ser utilizado (Bastión, Onslaught, Apocalipsis, Cassandra Nova...) y cansado de ver cómo su sueño no se hace realidad mientras que los soldados que luchan bajo sus órdenes mueren en vano. A él se une Magneto, una unión un tanto extraña debido a los enfrentamientos que han tenido durante la última década, pero que Claremont resuelve en una frase: "Aproveché mi reputación de monstruo y chantajeé a las Naciones Unidas para que me dieran este país desolado". Toma ya. Toda la evolución (o involución) del personaje llevada a cabo durante la última década o más vuela por lo aires con esas pocas palabras. Ahora va a resultar que ni Magneto estaba manipulado, ni estaba cansado de luchar ni que quería acabar con la humanidad, lo único que quería era engañar a la ONU para tener su islita y ser bueno y cuidar de los mutantes.
Los secundarios no están nada mal, de hecho, son los que más entretienen entre tanta disertación Xavier (qué bueno que soy) - Magneto (cuánto me quiero redimir). Calisto reaparece en el bando de Xavier porque, supuestamente, Tormenta le ha pedido que le vigile. Sigue con sus brazos de pulpo tan molones. Luego están los nuevos. Espectra (una tía muy tétrica y que me recuerda a Responso por eso de manejar energías de muerte), Freakshow (con un poder bastante interesante: convertirse en monstruos de pesadilla) y la centinela Omega (¿alguien se acordaba de esa generación de Centinelas a estas alturas?) Karima Shapandar y Shola, el mutante genoshano. La resistencia genoshana, tanto el grupo del resucitado Unus como el que lidera la tal Chimére, sirven para recordarnos que, en tiempos pasados, hubo una guerra clandestina en la isla y que aún es posible que la vuelva a haber. Genosha es un sitio duro y tal.
El dibujo es bastante aceptable, algo escaso de fondos en determinados momentos y alguna que otra cosa rara, pero, en general, Lopresti sigue siendo bastante correcto, no desentona con el tono de la historia ni tiene demasiados problemas para representar algo tan caótico como Hammer Bay. Quizás una pega es el color, que es demasiado... ¿brillante? Es decir, para ser un sitio casi destruido en el que murieron 16 millones de habitantes a manos de los Centinelas, el ambiente que se respira en Genosha es muy poco tétrico...
Valoración: pasable
Recomendado a: amantes de los mutantes, seguidores de Claremont, lectores que buscan un sabor "clásico" en los cómics (de cuando aún se ponían textos de apoyo y en los diálogos se ponían más de 4 palabras por personaje).