Graymalkin Lane

Tenía ganas de leer un cómic protagonizado por Ángel, ya que toda la serie de Buffy Cazavampiros y sus derivados son un claro ejemplo, quizás uno de los más perfectos, de cómo convertir el cómic de acción al formato televisivo. La miniserie no defrauda, es un capítulo más (quizás dos) de la serie y la continúa allí donde la dejaron por culpa de la interrupción causada por la cadena de televisión (según declaraciones de Joss Whedon, tenían pensado una sexta temporada, literalmente, apocalípticay nos quedamos con las ganas). Por lo tanto hay un par de spoilers bastante importarles sobre el final (uno, en concreto, ya lo sabía, pero hay otro que no y tengo yo unas ganas tremendas de saber qué pasó con cierto personaje...)

La historia no aporta gran cosa para el personaje, salvo que, como imaginamos desde el principio, tendrá que seguir cargando con su maldición, pero sí que amplía su mitología al situarnos en el primer encuentro de Ángel con los descendientes de quienes le maldijeron con un alma torturada incapaz de hallar la felicidad sin revertirse al demonio que era antes. Ángel viaja a Rumanía y allí nos encontramos con una alianza entre los políticos locales (un dictador militar) y el clan vampiro local. Además, también hay una resistencia que intenta librarse del ejército vampiro que apoya al tirano de la zona.

Mientras que Buffy, por ser la Cazadora, luchaba contra los grandes males segura de evitar un apocalipsis o, por lo menos, de frenar un mal tangible (salvo su último enemigo, el Primer Mal), Ángel sabe que no es más que un peón (clave, pero peón) de una guerra muy antigua que no tiene visos de acabarse, de ahí que me haya parecido que esta historia esté muy bien contada y que se identifique con la filosofía del personaje, a menos que ésta cambiase en las 2 temporadas y pico que me quedan por ver. Ángel vuelve al campo de combate, una batalla que no es imposible de ganar, pero que tampoco es difícil de perder. Todos los implicados conocen los riesgos y todos están dispuestos a asumirlos, aunque signifique perder la única oportunidad de perder la maldición o al amor de tu vida o, incluso, tu vida y, sobre todo, hacer lo imposible por triunfar en una simple batalla que no es, ni mucho menos el final de la guerra entre el bien y el mal.

El dibujo de David Messina cumple bien, capta los movimientos y las facciones de David Boreanaz (no como algunos de los dibujantes de los cómics dedicados a Buffy y su mundo) y las escenas de acción no resultan ni tediosas ni confusas, sino que llegan a alcanzar algún momento estelar con ciertas viñetas casi calcadas de escenas de la serie de televisión.